domingo, 4 de marzo de 2012

WWW MMM. José Luis Arántegui






Antiguamente

            Antiguamente, “antiguamente” quería decir como poco del tatarabuelo para atrás; hoy significa antes del último telediario, como mucho. Entre otros tiempos, lo he oído aplicado a cuando las ruedas llevaban cámara, las cámaras no llevaban pila, y las pilas eran de petaca, es decir, hace unos treinta años. Pero la cosa no ha parado ahí: pues también antiguamente, es decir antes de la crisis, las tiendas daban crédito sin más que presentar la tarjeta y el carné, España nunca pasaba de cuartos, y no había transparencia política. Esos y otros mil ejemplos que se acumulan desde tiempos antiguos demuestran que la antigüedad se está convirtiendo en una novedad; nada raro, para unas gentes criadas a los pechos de cristal de una antigua interred, micénica o acadia.
Claro que la confusión de los tiempos se venía teniendo por signo y preludio del fin del mundo, como la de las lenguas; pero eso era antiguamente, cuando Aquiles o Franco. Como el colonialismo ya no cabe, en estos tiempos, en el espacio, se traslada a los tiempos, y así, junto al planeta geográfico convertido en escaparate étnico para pudientes, también el de la memoria se ofrece como muestrario de formas de vida simultáneamente al alcance del Presente, esa voz sagrada que lanzaban cara al sol unos uniformados con camisa nueva, antiguamente. Achatamiento de perspectivas y cerebros en horizontes de boina lo ha habido siempre, vale; pero nunca la badana pasó tan cerca del córtex, antiguamente, como ahora. El posmoderno ideario del nacionanismo monoplaza, no de pueblos, razas o religiones (como antiguamente), se resume en ese ¡ah!, ¿pero había alguien más? que descubre a cada instante (siguiente) con mal fingido arrobo que lejos, muy lejos, convenientemente lejos de su masturbación con imágenes de otros, había otros. Siempre allá o antiguamente, siempre demasiado tarde, para que haya algo que recuperar. Y hale, manita, a darle otra vez a la manivela.
No sé si la fabricación acelerada de esta nueva materia prima, olvido para recuperaciones y expiaciones de irredentos insaciables, tardará tanto como antiguamente en acabar con las reservas de que se alimenta sin saberlo, las miríadas de vidas sidas, sedimentadas en lenguas. Pero una cosa es segura, no tardará en descubrir que las palabras tuvieron sentido, antiguamente, para poder seguir abalanzándose a recuperarlo.

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WWW MMM

            Desde que el mundo es mundo, no es lo mismo querer que decir, ni querer decir que significar. Por ejemplo, “mundo, que antaño significaba estercolero, aunque con ello quisieran decir algunos algo más elevado: algo a lo que subirse, pongamos una cabecera de La Página, para contemplar lo aludido teorizando en lugar de patearlo chapoteando.
Habláramos en castellano de a pie, y no diríamos reverentes “significación”, como quien reparte agua bendita, sino “hacer señas” como quien salpica. Expresión que, empero, tiene dos desventajas. Una, la mundanal, que “señas” está en plural, y sin artículo determinado con código de barras que lo identifique en el expositor teórico como “la” Significación. Y otra, la desventaja teológica de que ahí el verbo se hace carne en impersonal infinitivo, “hacer”, pidiendo a voces personas, tiempos y voces que lo conjuguen con el mundo cada vez, no disfrazado de sustantivo de una voz por todas: lo que ya dificulta administrarlo a hostias, o perdón, a raciones racionales pero racionadas de objeto teórico, pero práctico, particular contenido de un saber universal, a saber, la universal Forma de Saber, sagrada pero profana, pero viceversa redondo como una hostia: “el Lenguaje”. Ese producto pero proceso estrella de las técnicas pero ciencias sociales pero privadas del siglo XX; ese espejismo que antiguamente se llamaba “Verbum Perfectum”, y antiguamente pero menos, antes del Gol de Iniesta o el Google de Quienoestá, “Word Perfect”.

De modo que “significación” mejor que “hacer señas”, mejor acudir a lo Ordenador que ponerse a decidir cómo ordenar movimientos de manos, o lápices o palos. Y en general, mejor consagrar el tiempo profano del proceder contenido, mesurado y correcto políticamente, al procesamiento formal, desbocado como una liturgia ya sin pares con quien comedirse o corregirse: la escenificación, con el mundo por tablado, de un Sagrado Formato de proceder a hacer señas. Uno “global”, que en griego se diría “católico”, y constituye el centro de la liturgia del protestantismo disidente hoy venido a canon universal.
El protestantismo nació oponiendo las múltiples relecturas de un mismo texto a la exposición dominical del mismo como Cosa, pero Signo; acabada, como imagen escaneada bajo candado, pero a la vez con todas las trazas de rearticulable, por el usuario, en otras disposiciones sintácticas y otros montajes de la Totalidad. Oponiendo pues la sucesión rearticulable del escribir, incierta pero a cambio libre, a la simultaneidad recombinatoria de unas Escrituras, pluralidad pero inamovible aunque, a cambio, tranquilizadora como un telediario de la Dos-Das: hay miradas-dos heterogéneas-os, hay Pluralismo; eso sí, uno, grande y libre. Como hoy se diría: el protestantismo nació separando tajantemente lo digital de lo analógico, y oponiéndose a la lógica, ética y estética del Imperio del Pastiche, según la cual hay mágicos objetos-guión y panivinos capaces de reunir lo uno con lo otro sin privarse de las ventajas de ninguno; tales como, digamos viniendo hacia el presente, esos neobarrocos objetos-con-alma predilectos del antiguo modernismo o los modernos anticuarios de 1920: nacional-socialismo, psico-análisis, art-deco, o cinemato-grafo.
De tal suerte, aquello que nació oponiendo la sobriedad secuencial de los tipos de imprenta a la lujuriosa simultaneidad de los retablos ha acabado, pasando por el sagrado bosque de Hollywood para remodelarlo en santos patrones de conducta (con algún que otro corte), en un retablo de iconos. Uno en que, para señalar el formato de proceder más oportuno sólo hay que hacer ante el catálogo santoral, libremente y  sin coacción, un doble clic, que es el ruido de un percutor al montarse. Cooperando el cooperador del sistema cooperativo con su cooperación, nada de coacción, como antiguamente, en tiempos del Santo Oficio: aquél consistente en mantener una única forma de oficiar y proceder a... cualquier cosa, ¿qué importa?, con tal que ocurra en el seno de la Santa Madre, y de acuerdo con el formato de hablar del Santo Padre. Una Forma universal de hablar, patente como Contenido en un texto particular, pro-gramática de todas las gramas y huella anterior a todos los pasos. Un único y milagroso Texto Ecuménico, al mismo tiempo tejido y forma del Tejer. Porque en efecto, hay palabras sagradas que no mienten: todas, con sólo escucharlas. Por ejemplo, “texto ecuménico”, que traducido en inglés se dice “Worl Wide Web”.

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Así pretenden conseguir hoy algunos, con “el Decir” de quien dice, lo que otros, no hace mucho en otro Imperio del Medio, pretendieron conseguir directamente con “el Quehacer” de los que hacen: poder. Poder administrar cada poder ser de cada ser como universal Ser del Poder; administrar “lo posible” de una voz por todas, en su macarrónico latín, alguna orden vanguardista, convertido en sagrada forma de “la praxis obrera” o “el acto de habla”, en formato del Procesamiento, o de la Historia. Imponer en las palabras y en los hechos una forma de hacer, en señas que así se vuelven cosas o cosas que así se vuelven enseñas. ¿De qué?: en todo caso, se diga lo que se diga o se haga lo que se haga, señas de esa jerga para la que cualquier palabra es “su objeto”, o cosa propia de esa jerga para la que cualquier objeto “quiere decir” algo más que sólo contenido en tal formato logrará la Cosa Mágica, “significación”: o sea, público.
 Y sobre esta penésima coincidencia intelectual y obrera del alma y el cuerpo de las palabras sólo se me ocurre la antigua figura de una Alianza. Por descontado, santa. Por descontado, tan valiosa que quien la administrara quisiese guardarla y reforzarla engrosando su borde con signos del valor de su orificio (¿no habrá algún monigote animado corriendose por el borde de esta página?... vaya mierda, esto no puede tener sentido). Más y más signos indicativos de que tal hueco es “la forma de la Significación” y de “la Alianza” entre letra y espíritu, cuerpo significante y sentido significado. Recargarlo cada vez más, como salomónica columna, de autoalusiones retorcidas sobre sí mismas como “esto es un mensaje”, “esto es un orificio de paso”, hasta obstruirlo, convertido en hostia metálica e impracticable para un dedo que, claro está, normalmente se quedaría alzado y tieso ante el celebrante.
Quien no obstante entendería el gesto, comprensiva como es siempre la vanguardia, como una seña muy significativa, que querría decir alguna otra cosa, la pobre, y no puede. Y hasta puede que el comprensivo operador del rito tuviera razón, aun cuando los cónyugues frustrados quisieran con ese gesto decir y hacer otras cosas, o incluso ésa pero no a él, sino entre ellos. De todos modos, da igual, acabarían purgando en el infierno o en Siberia su falta de respeto al formato de la Santa Alianza, condenados a liarse, sí, pero solos y en propio nombre, en lugar de entretejerse ordenadamente en la sagrada fórmula ordenadora, o sacramentum ordinator, del buen hacer bendiciendo y el bendecir beneficiando.
Y quiere el azar que, en una de tantas naciones y lenguas hoy entrelazadas en la Civilización, ese ámbito amplio como un anillo o un estercolero o una red sin bordes de tanto extenderse, se dijera  “ecuménico” al orbe civilizado “de amplitud mundial”, rebosante sin término ni límite fijo de términos en que reconocerse en cualquier idioma. Un orbe que salió tan global, tan cojovaginudo, cinematográfico, psicológico o nacionalsocialista, tan definitivamente redondo y machihembrado/da, que se dispuso a asegurar sus indeterminables términos fronterizos acreciéndolos un poco hacia dentro y hacia fuera, hasta que la frontera se convirtió en el territorio y la forma en el contenido,  y todo estuvo lleno de esa “disposición mundial del decir”,  y vacío de cuanto valiera la pena de decirlo. Esa disposición mundial del decir que es lo que “programática universal del Logos” o “imperio del Verbo ecuménico” significarían en greco-latín global, aunque algunos quisieran decir con ello algo en particular, y suyo.
Conque a bárbaros o infantes que hoy no dominamos el idioma de “El Lenguaje”, ni la dispositio programadora programada ni el formato imperial imperado, ni sabemos acoplar a las señas que hacemos la marca “Significación”; a las tiradas del Texto o los desechos del Mundo, si queremos casarnos hoy en voz única con sentido común, comunista o comulgado, parece que no nos queda sino tragar ruedas de molino y buscarnos algún parecido “Texto Ecuménico“del Tejer en que entretejernos, es decir, en inglés, una “World Wide Web” en que al parecer ha acabado la rebelión contra el imperio del verbo hecho silicio y hecho consumado, ese Archihecho de las ciencias del Cómo Hacer cosas con palabras o viceversa. O sea, el “Verbo Archihecho” o “Word Perfect” .
Será que prisas y abreviaturas no son buenas cuando se trata de anillos, ya que, en un círculo, cuanto más se corra antes se está en el punto de partida. Por ejemplo, las prisas por señalar, significado, cómo vamos haciéndonos señas y enseñándonos unos a otros. O por decir qué es “querer-decir”, en lugar de ir queriendo, aun sin decir, y acabar diciendo aun sin querer. Y comoquiera que en eso consiste el romance de una vida y un mundo, en un amor que sólo al final se consume, Acaso, en matrimonio de cuerpo y palabra, la prisa por alcanzar semejante sacramención siempre acaba hablando una jerga de abreviaturas sacramentales, misterios.com del tiempo.info precocinado en imágenes para llevar. Pongamos, en el fin del mundo, INRI bajo una cruz, o en el principio, JHS a la cabecera de cada página en un cuaderno escolar; o pongamos WWW en lo alto del Mundo (página en construcción) para no mancharse (construyéndolo).
Aunque siempre haya habido niños cabezotas que se empeñan en entenderlo todo al revés, y en todo “quiere decir”, un “dice querer”, y en todo señalar busquen lo que enseña; niños cabezotas que se empeñan en circular por un anillo a contrasentido, y en leer sus presurosas abreviaturas imperiales del tiempo en espacio, o viceversa, al revés y boca abajo. Pongamos, MMM: que es abreviatura de regodeo y golosina sin prisa, ni abreviatura. Como un hablar, sin El Lenguaje. O como hacer el País, pero sin P.R.I.S.A.

PS.-     Abreviatura ésta, MMM, sobre cuyo significado –no sobre lo que enseña-  propongo a la redacción organizar un concurso en la WWW. A cuyo ganador se premiará -como a los demás concursantes- con haber matado tiempo: eso sí, uno, y no El Tiempo, en un país, y no en El País. Y en forma y manera tan plural que ni el más avezado mercader de la red será capaz de darle valor permanente de cambio constante bajo ninguna etiqueta de buscador. Lo cual, ay, acaso parezca tener aún algún valor en el mercado de signos de la Revolución y el Pluralismo, pero es que uno, por más que corra apresurado en siglas por los Siglos o los Estados unidos de una voz por todas, no puede estar en todo. Ni tampoco, por las mismas, escapar del todo. Y si no, aquí va una penúltima muestra:


J.L.A.T.

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