jueves, 23 de febrero de 2012

FUCK THE NINETIES.José Daniel Espejo

1- MY BLOODY VALENTINE – Loveless (1991)

 

Estamos en Murcia, a finales del 91. Acabo de cumplir dieciséis años y voy a repetir segundo de B.U.P. Me paso las mañanas en los billares de enfrente del instituto: nadie llama a mi madre si no voy a clase, nadie me impide salir del centro, no se pasa lista. Un paquete de Fortuna cuesta 105 pesetas (0,63€) en un estanco, y dos duros (0,06€) un cigarrillo suelto en un kiosco. Una cinta virgen TDK cuesta 125 pesetas (0,75€).

Siempre que hablo de mi adolescencia menciono las mismas cosas: los billares en que me pasaba las mañanas, el precio del tabaco, lo fácil que se compraba el alcohol y el hachís, que repetí segundo de B.U.P., los bares a los que iba… Nunca menciono mi perplejidad, mi desasosiego, mi miedo, mi soledad, mi complejo, mi inadaptación, mi frustración, mi incapacidad para hablar con las chicas.

Está bien que así sea. Uno tiende a olvidar las cosas malas que pasan, y también a pintarse más guapo, fuerte, feliz y valiente de lo que en realidad es. Hablo de las peleas en que me vi envuelto (en realidad nunca solté ni un solo puñetazo, aunque sí me llevé varios), no del vídeo de Sabrina que tenía grabado en una cinta para ponerlo por las noches, ni del hecho de que, a los catorce años, aún pensaba que era el único chaval del mundo que se masturbaba.

Así las cosas, me meto en Discos Tráfico en la navidad de 1991 a por un regalo para mi primo Ángel (una cinta de Queen). Opera una conjunción planetaria y ahí están los tres únicos murcianos que conocen a My Bloody Valentine, escuchando Loveless. Entro por la puerta y las guitarras me dan una bofetada. ¿Qué cojones es esto? No es heavy metal, no es punk, no es synthpop. No es la receta universal de seguridad en uno mismo, de fe en la propia rabia o en la propia felicidad o en la propia melena cardada que he escuchado hasta ahora. Las voces no mandan, están como detrás de algo. Los músicos se han olvidado de afinar. Me quedo un rato en la tienda observando a los tres veinteañeros con el pelo al cazo mover un poco la cabeza al ritmo de lo de When You Sleep. No están revestidos de ningún aura mística ni me producen el menor deseo de ser como ellos. Parecen pringados, perdedores. Aún así, decido no comprar aquí la cinta de Queen. Algo me lo impide.
 
2 – RADIOHEAD – Pablo Honey (1993)



Para pelo al cazo y pinta de perdedor, los de Thom Yorke a principios de los noventa, ¿que no? Pablo Honey es un disco mucho más pulcro y lisito que Loveless, claro está, y tiene sus guitarritas acústicas y sus estribillos y sus cosas, pero contiene Creep, y ya aquí estamos hablado de palabras mayores, de mística, de religión, de advenimiento si queréis. Estamos en la primavera de 1993, tengo diecisiete años, he repetido segundo de BUP y he entrado al grupo de teatro del instituto. De un modo u otro, mis amigos también le han visto la boca al lobo, y ya no pisamos los billares en horario lectivo. He ganado un premio municipal de poesía y me creo alguien imitando a Gerardo Diego. Me paso los días empalmado y melancólico, si tal mezcla es posible. Estoy enamorado hasta las trancas de una de mis compañeras de la compañía de teatro pero no tenemos escenas juntos: cuando ella suelta sus frases bajo el foco yo la miro por entre las bambalinas (sea esto lo que sea) y noto que se me desgarran el corazón y los calzoncillos al mismo tiempo. Por las noches cifro todo esto en lengua ultraísta, que como es la de Gerardo Diego me parece lo más, y a continuación me meto en la cama. Pongo la radio. Una de esas noches de mayo de 1993 escucho por primera vez en mi vida Creep y oh

¿Cómo te has enterado de lo que me pasa, Thom, so cabrón? El golpe eléctrico de la canción significa dos cosas: que te ha estallado el corazón y que te has corrido sin querer. Y sigues sin tener novia, claro, porque eres un bicho, un pringado, un muerto de asco, un creep, y ella flota como una pluma en un mundo maravilloso etcétera etcétera. Todo eso que en el fondo sabías ya lo sabes también en la superficie, ya tienes palabras. Un pasadizo hecho de distorsión te acaba de conectar con tu mundo interior, te guste o no, y obviamente no te gusta, pero ya no hay vuelta atrás. Puedes ir quitándote el disfraz de Jim Morrison o de Kurt Cobain, tú no eres so fucking special. Córtate mejor el pelo al cazo, como el pringado llorón y lleno de granos que eres en realidad. Y a Gerardo Diego déjalo tranquilo en su tumba, que como siga removiéndose se va a levantar, y ya verás qué susto cuando veamos un zombi ultraísta enamorado pasado de moda tratando de comerse nuestro cerebro y rimándolo todo en versos tetrasílabos. Dios.

3 – THE SMASHING PUMPKINS – Mellon Collie And The Infinite Sadness (1995)

 

Saltemos a la navidad (otra vez) de 1995. Estoy en segundo de carrera, soy un proyecto de filólogo y de poeta: he aprobado algunas asignaturas, he ganado algunos premios literarios menores, he tenido algunas novias. Pero sigo sin follar, sigo enamorado, sigo sintiéndome un bicho, sigo viviendo con mi madre y mi abuela, sigo anhelando el holocausto nuclear en el fondo. Acabo de cumplir veinte años y llevo una media melena ratonera y una camisa de cuadros con los botones abrochados, porque sigo sin saber si quiero parecer Kurt Cobain o Thom Yorke. Ahora que lo pienso, no tengo ni puta idea absolutamente de nada. He dejado de imitar a Gerardo Diego pero la he tomado con el pobre T.S. Eliot.

Entonces escucho Bullet With Butterfly Wings, ahí donde dicen Despite all my rage I am still just a rat in a cage, o sea, el estribillo. Con las guitarras a toda pastilla. Porque amigos, ya en serio, este instrumento nunca ha sonado mejor que aquí en la historia del rock, y probablemente nunca lo hará. Conectando el rollo depresivo de Billy Corgan con tu córtex, un semitono por debajo de lo habitual. Y tal.

Si la música pop es un lenguaje fundamentalmente adolescente cuyo tema principal es la inadaptación solitaria, cosa que suscribo en parte visto lo visto en los años noventa, entonces se plantean en un disco cuatro posibilidades, cuatro filosofías que resumiré brevemente en un esquema:

A.    EL MUNDO ES MARAVILLOSO Y YO SOY MARAVILLOSO (gracias a las drogas): Sin salirnos de los 90, podemos ejemplificar esto con Screamadelica, de Primal Scream.
B.     EL MUNDO ES MARAVILLOSO Y YO SOY UNA MIERDA: Ya hemos hablado de Radiohead
C.     EL MUNDO ES UNA MIERDA Y YO SOY MARAVILLOSO: Pues el rollo emo, ¿no?
D.    EL MUNDO ES UNA MIERDA Y YO OTRA: Tú te lo dices todo, Billy Corgan.


Y luego estaba la camiseta ésa de ZERO que nunca conseguí. Tampoco me rapé el pelo al ídem. Iba a clase en el turno vespertino y me quedaba despierto hasta las mil escribiendo poemas eliotianos llenos de meloncolía y de infinita tristeza. Pero creo que gracias a este disco me sentí un poco menos solo. Y seguramente por eso escuchan discos los adolescentes.

4 – PLACEBO – Without You I’m Nothing (1998)

 


No escucho este disco hasta bien entrado 1999. Me sale Pure Morning por la radio un día, y al siguiente estoy comprándole el CD a un proveedor de música pirata que iba por la cantina de la universidad con un catálogo y vendía a 500 pesetas (3,01€). En estos momentos las grabadoras de CD para el ordenador salen por 200.000 pesetas (1.202,02€) y bajando. Napster está a puntito de aparecer, pero el friqui informático que me vende el disco ya sabe que su negocio será efímero. Se venden unos extraños equipos hifi con grabadora, también, y el gadget que arrasa es el discman. En muy poquito tiempo, la gente está pasando de tener 50 cedés (originales) a tener 500 (copiados de diversas formas).

En esta época tengo varios trabajos y odio cada uno con una virulencia inédita. Con una virulencia billycorguiana, si queréis. Meto publicidad inútil en los buzones de un montón de pueblos de la Vega Baja: como soy nuevo siempre me tocan los pueblos más tristes, con más casas viejas y descampados (donde hay que caminar mucho más para deshacerte de los mismos folletos), y más cuestas. Conozco la parte vieja de Callosa de Segura como la palma de mi mano, subo hasta donde la policía no se atreve o no se molesta, saludo al patriarca para mostrarle mi respeto, sigo adelante cuesta arriba, estoy programado. Llevo mi viejo walkman forrado de fixo: escucho Los Planetas, Portishead, Los Coronas, Pixies, etcétera. Esta música me sirve para dos cosas contradictorias: la primera, para conservar cierta dignidad tipo sí, vale, estoy haciendo esta mierda pero en el fondo no soy un perdedor porque coño, soy indy. La segunda, para hacer esa mierda con precisión robótica, sin pensar ni detenerme. Soy una máquina de vapor con auriculares que empalma un Ducados con otro y se cree una persona.

También trabajo en un hotel como camarero de banquetes. Suelo llegar a estos trabajos sin haber dormido. En el hotel, el maitre coloca una botella de agua fresquita bien visible en la cocina, y a la media hora ya sabe quién viene de empalmar. A continuación se dedica a putear a esas personas durante catorce horas. Gano por esas jornadas de trabajo 10.000 pesetas (60,10€). Por tanto, me sale la hora a 714,28 pesetas (4,29€). En la propaganda es peor, unas 500 (3,01€) la hora. Ni en un sitio ni en otro tengo contrato.

Escucho Without You I’m Nothing y creo que la época de la rabia indiscriminada se está terminando para mí. Sigo enamorado y sigo sin follar, sigo viviendo con mi madre, pero se me han quitado las ganas de pegar gritos. Abandono a personas que me estaban haciendo daño, conozco a otras. Dejo a Eliot y empiezo a desarrollar estrategias para que no se me note que estoy imitando a todo el mundo, cosa que una década más tarde creo que equivale a la literatura verdadera. Edito un fanzine de poesía mientras acabo la carrera. Hago un máster de español para extranjeros. Publico mi primer libro y gano una plaza de lector en la universidad de Sarajevo.

No tengo espacio para echar mucha música en la maleta. Me llevo Without You I’m Nothing y lo escucho por las noches. Escucho Burger Queen y visualizo, entre accesos de nostalgia acelerada, un montón de fiestas con mis amigos. Escucho Pure Morning y veo a Nieves, la Dama del Lago, y la única noche que pasamos juntos. Se acerca la última nochevieja de la década y aún no tengo amigos en Bosnia ni apenas balbuceo su idioma. Además, aquí no hay navidad. Veo todas estas cosas desde el otro lado. Paso muchas horas metido en un cibercafé. Los sarajevitas modernos ya no usan Altavista, sino un nuevo buscador más bien blanquito y minimalista que adopto enseguida. Normalmente, el fin de la adolescencia (sea a la edad que sea), implica dejar de estar solo, es decir, dejar de sentirse solo. Dejar de llorar por tonterías. Romper el filtro oscuro con que nos arruinamos la vida. Reírse de uno mismo, aprender algo, cosas así. Placebo pasó de moda enseguida. En la Costa Este, unos tipos secuestraron cuatro aviones llenos de pasajeros y los hicieron estrellarse contra esa época feliz en que nos empeñábamos en ser desgraciados.

JOSÉ DANIEL ESPEJO
BLOG DEL AUTOR: TRABAJANDO CON EL VACÍO

2 comentarios:

  1. Gracias José Daniel.. Se te echaba de menos... Una maravilla de texto por que yo también fui tú

    ResponderEliminar
  2. He llegado aquí por casualidad, y el azar me ha contagiado de tantas cosas con tus palabras... !! Cuando tú repetías segundo de bup, yo entraba en primero, y lo curioso es que desde fuera no se te veía precisamente como te describes. Y además, una de mis íntimas amigas del instituto, la cual se marchó lejos como tanta gente a la que me sentía unida, estaba perdidamente enamorada de tí, mientras tú mirabas furtivamente a nuestra compañera de teatro. Es todo una trama curiosa, a veces hasta burlesca e irónica, como el hecho de encontrarte de nuevo, entrando en mi curro, recordándome a esa época en la que yo también me sentía una mierda e intentaba consolarme pensando que simplemente era diferente.
    De nuevo te lo digo, me alegro de que el azar me venga hoy con este viento.

    ResponderEliminar