martes, 28 de febrero de 2012

NO HAY VUELTA ATRÁS. Ángel González González




—Deberíamos considerar, papá, que tal vez ahora sea el mejor momento para mantener esa vieja charla que tenemos pendiente desde hace una década o dos, seguramente algo más…, y sin que por ello podamos echarnos la culpa el uno al otro por no haber encontrado la ocasión propicia para ello durante el transcurso de todo este tiempo, no, qué va, centrémonos en el hecho de que ahora tú y yo somos un equipo perfecto, tú con tu caña y yo con la mía, en la orilla de este fértil lago ficticio que estamos viendo en la tele. Papá, el mundo de la virtualidad nos es grato; no es una real mierda tal y como tú creíste en un pasado no muy lejano. Este es un mundo fantástico, un paradisíaco y onírico paisaje en el salón de nuestra casa donde ahora pueden vivir tucanes, y también anacondas, y panteras, además de los consabidos cucos, jabalís verrugosos, ciervos, gamos, linces ibéricos, osos polares que nunca llegan a tener el hocico lleno de rojo porque, recordemos, nadie necesita aquí comerse a nadie. Estoy pensando en la palabra concordia pero no estoy seguro de que sea la palabra más adecuada para definir lo que trato de…, e incluso jirafas, cocodrilos del Nilo fuera del Nilo... Esos animales, el medio que nos rodea y nosotros mismos formamos parte de un todo colofonado por un lacito rojo como si de un regalo se tratase. Tomemos plena conciencia de todo esto que nos está ocurriendo en nuestro cómodo salón, y ahora es cuando te pido que cierres los ojos y tires tu caña, mejor dicho, que tires la línea al agua, dirige la plomada hacia el punto donde piensas que están los peces gordos, y que detrás de la plomada vaya la boya, todo al unísono, hasta que suene un “choc” envolvente a lo lejos, tensa la línea, hay una especie de pajita flotando enfrente de ti, y piensas que es la punta de la boya, pero no, no lo es, tu boya está a unos diez centímetros más a la izquierda, sí, ésa sí que es. Nota que pareciera que los dichosos mosquitos nos están comiendo…, y he aquí la maravilla, no sentimos ningún tipo de punción en las piernas, ni en un brazo, ni esos quisquillosos picotazos detrás del lóbulo de la oreja. Esto, papá, es un esfuerzo técnico para que nos sintamos a salvo de los peligros de ese espeluznante mundo que está ahí fuera y que nos hiere nada más poner un pie en él; ese mundo real sí que es una mierda, padre; nuestro microhábitat enfrente de la tele, no. Consideremos cómo lo que voy a pormenorizar ahora mismo nos ha ocurrido en infinidad de ocasiones, consideremos el hecho de que viajamos durante más de setecientos kilómetros para pescar el mejor ejemplar de salmón salvaje que existe en todo el país. Ahora nótese que estamos muy cansados al llegar a nuestro destino. Diríase que aplastados por el largo viaje, nos sentimos bastante densos, diezmados de no ser por ese nuestro ardor guerrero de cuando salimos de pesca. Subsiguientemente abordemos la difícil cuestión de si tú te has encargado de traer el cebo, o por el contrario la persona designada para este importante, quiero recalcar importante como si no existiese nada más en el mundo que mereciese tanto la pena, trabajito recaería completamente sobre este ente que soy yo. Luchemos por hacernos con el instante en que ambos percibimos, al unísono, la inmoralidad que los dos hemos acometido al desentendernos de la responsabilidad de traer el cebo. Sintamos cómo cada uno de nosotros percibe en su interior una especie de rabia lógica que significa básicamente que entre ambos la hemos vuelto a fastidiar de una forma tal que es imposible arreglarlo. Es domingo y las tiendas de cebo para salmones están todas cerradas. Luego, nos pondremos a hablar de que en China dicen que solamente tienen dos días no laborales en todo un año. Nos maravilla China y los chinos que la ocupan y su muralla china y todo lo que sea chino porque en China, nuestro problema, no lo sería tanto, seguro que en un radio de acción bastante pequeño hallaríamos nuestro preciado y tan necesario, ahora más que nunca, cebo. Nos pondremos subsidiariamente a charlar sobre esa cuestión resultando la misma plenamente inútil porque hemos vuelto de nuestro viaje asiático y estamos de regreso a la realidad que nos atañe. Domingo y sin cebo. Setecientos kilómetros. Mucho tiempo. Ahí tirado. Dale la vuelta al coche. Volvemos a casa. Lo de ahora mismo, este ambiente en casa, es mucho mejor que lo de antes, la prehistoria, el pleistoceno informático no daba lugar al placer en el que nos encontramos inmersos, en aquella era, justo al principio, estaban los Amstrad y esos horribles juegos de casete, me refiero al Boulder Das, el Batman, una indeterminada versión del Arkanoid que apenas recuerdo, e incluso al primigenio 1942, éste ya en disquete…Un breve apunte, mi significativo progenitor: si en este preciso instante le doy al botón que desconecta nuestro equipo de realidad virtual observarás cómo lo que te está pareciendo tan real, me refiero a eso que dices de que puedes notar como si el agua tocase tu cabeza, no es una sensación perceptiva por vía virtual, si desconectase nuestra atadura a ese otro maravilloso mundo ficticio a través del citado botón tendría que reseñarte, al respecto del tema que tratamos con los albañiles cuando les comentamos la historia de nuestra ya familiar y terca gotera de siempre, que al parecer los operarios no hicieron bien su trabajo. No te importe ahora. Todo a su tiempo. Lo resolveré con esos tipos. Interpondré algún tipo de demanda judicial si no desean hacerse cargo. Que nada turbe Esta Paz. Utilizaremos tu viejo paraguas, y mientras, esperaremos a que inventen paraguas más modernos y versátiles. Los tiempos han cambiado, recuerda, nada de que antes era más guay, AHORA, así con mayúsculas, somos una interfaz gracias a estos maravillosos tiempos futuros del código binario, y nos estamos complementando gracias a ciertos artilugios como éste. Puede parecer un cacharro un tanto tosco. Si coges dos patatas, las unes mediante un tubo hueco de cartón como el del papel del váter, las embadurnas con fibra de vidrio o algún material parecido, luego las pintas y las pules para que adquieran el acabado que siempre exigimos a nuestros fetiches tecnológicos, puede parecer que has conseguido imitar al XZ-Virtual21. Y entonces, al intentar pulsar algún tipo de rudimentario botón del tosco invento tendrás plena conciencia de que lo importante, lo que hace valioso el equipo, lo que le diferencia de unas simples patatas ensambladas y posteriormente lacadas en negro pulimentado e hiperbrillante es sólo lo que lleva dentro: el tratamiento que recibe la información mediante cables y circuitos.

El milagro. Cómo suena, ¿verdad? Ten fe, pronto picarán y entonces las comisuras de tus labios tocarán los lóbulos de tus orejas. Estoy siendo quizás demasiado ingenuo porque bien creo que lo que te hará excelsamente feliz será el momento en que sientas las espectaculares vibraciones del mando. Desearía que estuvieses preparado para ese cosquilleo pero seguramente seas incapaz de disfrutarlo como yo espero porque no paras de hablar de lo de que tu infancia se desenvolvía entre las pelotas de trapos atados y aquellas batallas campales entre enanos vestidos con pantalón corto y con las rodillas desolladas. No sé. No llego a imaginar en qué parte estás ahora mismo; si estás en estos tiempos tecnológicos o estás anclado en tu pasado pregoogleniano. Me viene a la memoria el recuerdo de esas fotos tuyas amarillentas y raídas. Tus orejas en esas fotos parecen más que grandes. Este pensamiento siempre me ha abordado durante la mayoría de las ocasiones en que me has enseñado las fotos de cuando eras un crío, jamás he tenido la osadía de decírtelo porque no me gusta herirte gratuitamente. Ahora tus pabellones auditivos parecen haber mermado sustancialmente. Parece mentira. Los científicos deberían estudiarían concienzudamente tu caso. Cómo ha sido posible ese prodigio, y ya de paso me gustaría que estudiasen por qué demonios te ha cogido por los huevos esa puta enfermedad que se ha llevado tu memoria a no sé dónde. Te echo de menos constantemente, me paso las horas mirándote e intentando que comprendas que soy tu hijo, tu único hijo, y que alguna vez fuiste la persona que supo encaminar mi vida e inculcarme estos valores que ahora tengo. ¡Es injusto, papá! ¡Puta mierda, puta mierda, joder! Lo siento mucho, es un vocabulario impropio, a veces me ocurre, te miro y me siento bastante cabreado con el mundo. Solo pido poder disimular las enormes ganas de llorar que ahora tengo. Tú siempre dijiste que había que ser fuertes y tener la vista fijada en el presente que se te viene encima, mira, te están picando, ahora es cuando vas a sentir la fantástica vibración del mando de la videoconsola. ¿No es genial? No, no lo es, no es nada genial, apenas eres capaz de sostener el mando, de hecho se te acaba de caer al suelo, es igual, si se ha roto lo tiraremos a la basura y compraremos otro nuevo. Es una injusticia… Comprar otro. Sustituir uno inservible por otro nuevo sin apenas sentir ninguna clase de ahogo. Estos son los tiempos modernos. Con estos parámetros estamos construyendo este nuevo mundo del cual soy un firme defensor a ultranza. Si algo ya no vale, si consideras una amistad efímera y superficial del facebook como caduca, si te levantas una mañana y ves que algún dispositivo te parece un poco arcaico, te deshaces de ello y ya está… No está, no está, no está…Yo te quiero, ¿nunca te dije lo que te quería? Seguro que alguna vez tuve que haber dicho algo parecido, en alguna ocasión se me escaparía que te quería un montón y que en todo el cosmos no había un padre tan fuerte y tan bueno como tú. Nunca he olvidado una escena en la que me despertaba de la siesta y me tenías rodeado con tus enormes brazos musculosos. Me sentí el niño más afortunado del mundo. Estábamos tú y yo, no había más, nada más que tuviera precio o que se quedase obsoleto al menor descuido. Pero eso ya da exactamente igual. Esto es lo que tenemos, toma coge mi mando, siéntate en mis rodillas y yo te ayudaré a accionar los pulsadores en el momento oportuno, ya verás lo bien que lo pasamos, es lo mínimo que puedo hacer por ti. Ahora seré yo quien te lleve de la mano por nuestros nuevos tiempos de ahora mismo donde no cabe una vuelta atrás. ¿Nunca te dije cuánto te quería? No puede ser verdad.

ÁNGEL GONZÁLEZ GONZÁLEZ 
BLOG DEL AUTOR: http://angelgonzalezgonzalezpoeta.blogspot.com/

1 comentario:

  1. Maravilloso, simplemente maravilloso este testimonio desgarrador e intimo que al leerlo hace vibrar el alma entre los bytes, los megas y San Internet, que gracias a el se pueden leer cosas tan conmovedoras como esta.
    Angel,un abrazo con todo mi cariño al pequeño artista, a Sonia, a la peque y a ti.

    ResponderEliminar